Cómo fabricar un independentista basko







Coge una noche electoral, 26 de Junio,
y llénala de 137 escaños de ranciedad:
siete millones y medio de disminuidos
que financian las privatizaciones
que apadrinan la corrupción
que dan su aquiescencia a la destrucción
de todo lo público, colectivo o social,
mientras aúllan como retardados
«yo soy español, español, español».


Ellos son, ahí están
los copleros del cretinismo,
la raigambre de la caspa.


Y tú, frente a tu televisor, atónito,
incrédulo, confundido, contrito,
como en una pesadilla de Clive Barker
reprimiendo las arcadas, el gran asco,
intentando ignorar, sin éxito,
ese sabor amargo en la boca
y esa nube negra en los ojos.


¡No quiero tener nada que ver con ello, con ellos!
¡Odio infinito hacia mis conterráneos!
No me duele España, ¡me cansa!
Gora Euskadi! Independenztia!



Y a tomar por culo.




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Radio Dos





02:00 a.m.
El locutor rompía la noche con su voz grave. Ella, insomne, le escuchaba desde la cama.
03:00 a.m.
Él ahuecaba la voz, susurrándole al micrófono palabras tiernas. Ella se dejaba arropar por sus mensajes noctámbulos.
04:00 a.m.
Él, desde la pequeña emisora, alcanzaba a ver la luz de su ventana. Ella, bajo las sábanas, se preguntaba si ningún otro oyente sentiría ese tremor de emoción.
(…)

Él no; él sabía que la cobertura de su señal sólo llegaba hasta su casa.





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