La Brigada Lunacharski







¿Qué te parece valdrá
la pena matar a Dios
a ver si se arregla el mundo?

—Nicanor Parra—


Si todavía existiera Dios,
me gustaría dispararle.


Juntar un ejército
de menesterosos,
hijos de la rabia,
amigos del desvarío,
y dotarles de rifles kalashnikov
con los que apuntar al cielo.


¡Blam, blam!,
los nadies
disparando
a nadie.


Después se nos sumaría
la comitiva condenada:
unos cuantos millones
de discípulos de la mala suerte,
un par de centurias de monjas
(muy enfadadas, mucho)
y todos aquellos
que odian con razón.


Los estafados,
los dejados,
los iracundos,
arrojando balas,
¡blam, blam!
contra un cielo
indolente,
cerrado,
sordomudo.


El mono peludo contra su Dios,
el hombre hacia su invento,
la heteróclita masa de desharrapados,
¡la Brigada Lunacharski!


Y disparar a las nubes
—¡blam, blam!—
disparar y lamentar,
al igual que Saza:
«esto es un sindiós»,
como látigos en el Helesponto,
como disparos milicianos
en el Cerro de los Ángeles,
disparos al horizonte
—¡blam, blam!—
estúpidos y dignos.


«¡Dios!», millones de gargantas
coreando un mismo lema:
«¡Te condenamos a muerte,
por no existir!»


Si todavía existiera Dios,
me gustaría dispararle;
disparar y volver a disparar
hasta que mi rifle exhalara
llamas violáceas del color
del fuego del potasio;
disparar y no dejar de disparar
a ese cielo indiferente,

llorando todo el tiempo.








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