Se ocultan en tascas de viejo,
en rincones apartados de la ciudad,
en sus barrios menos transitados,
escondidos, a la vista de todos,
como ninjas blancos.
Les podréis reconocer
por varias señales:
por mirarse a los ojos,
por hablar con naturalidad,
por los guiños pudorosos,
o por el gesto de felicidad
en mutua compañía.
Pero hay algo más,
propio y suyo,
que pertenece y caracteriza
a todos los amantes del mundo:
observad, ¡se besan!
Cerrando los ojos, se besan,
a pequeños mordiscos,
como quien come un helado,
paladeándose, prolongando
el momento, levitando dos palmos
por encima de su existencia,
¿cuánto hace que no lo veías?
Pobres e ilusos niños,
creer que son invisibles,
que nadie repara en ellos,
que pasan desapercibidos…
y luego ir y besarse.
Prueba concluyente,
señor juez, es cosa sabida
que ya nadie se besa
—con ganas, al menos—.
El beso es delator.
El beso señala el delito.
El beso les auto-inculpa.
Indicio y presunción (iuris et de iure).
Nada más sospechoso que besarse
en el mundo adulto occidental.
.
Me encanta. Si nos besáramos más y escondiéramos otras cosas...
ResponderEliminarBesarse a escondidas en los portales. Como adolescentes.
ResponderEliminarPrecioso poema
Besos