Coge una noche electoral, 26 de Junio,
y llénala de 137 escaños de ranciedad:
siete millones y medio de disminuidos
que financian las privatizaciones
que apadrinan la corrupción
que dan su aquiescencia a la destrucción
de todo lo público, colectivo o social,
mientras aúllan como retardados
«yo
soy español, español, español».
Ellos son, ahí están
los copleros del cretinismo,
la raigambre de la caspa.
Y tú, frente a tu televisor, atónito,
incrédulo, confundido, contrito,
como en una pesadilla de Clive Barker
reprimiendo las arcadas, el gran asco,
intentando ignorar, sin éxito,
ese sabor amargo en la boca
y esa nube negra en los ojos.
¡No quiero tener nada que ver con ello, con
ellos!
¡Odio infinito hacia mis conterráneos!
No me duele España, ¡me cansa!
Gora Euskadi! Independenztia!
Y a tomar por culo.
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