Eliminaste el
contacto.
Eliminaste el
amor.
Eliminaste la
verdad.
Aunque quizá la
verdad fuese
lo primero que
eliminaste
—tengo dudas con
este punto—,
y el amor pereció
de su brazo
como aquellos
esclavos del Zong
hundiéndose
encadenados
bajo un lienzo
sangre de Turner.
Eliminaste el
amor.
Eliminaste la
verdad.
Eliminaste el
contacto.
Aunque quizá el
contacto nunca fue
sino un esconderse
del vértigo
—tengo dudas con
este punto—,
y la verdad sucumbió
de frío
como aquella niña naciendo
muerta
en una falsa
familia de mentira
bajo una ficción
que no existe.
Eliminaste la
verdad.
Eliminaste el
contacto.
Eliminaste el
amor.
Aunque quizá el
amor sería
apenas afecto no
presencial
—tengo dudas con
este punto—,
y el contacto murió
de inanición
como polvo de un
osario olvidado,
sinónimo de soledad
y lejanía,
bajo una tierra
que no filtra la lluvia.
El orden es lo de
menos.
Pero eliminaste
contacto,
verdad
y amor;
destruiste toda
vida en la tierra,
consumaste la
echazón,
mis manos
grilletes pesados.
Como esclavos del
Zong.
Como fardos
arrojados al mar
bajo un lienzo
sangre de Turner.
.
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