Deseo el amor de los feos








I.

Deseo el amor de los feos
besándose bajo una farola.
Con sus narices imposibles,
sus gafas y sus granos,
sus mandíbulas descomunales
y ese color de piel
más allá de lo humano.
Feos en el más feo sentido
de la palabra feo,
pantagruélicamente grotescos,
mitos lovecraftianos
con dentaduras de H.R.Giger;
y, sin embargo, dichosos
por el tímido milagro
de haber hallado
en ese momento
un semejante que les ame,
les bese, les siga y les haga
sentir un destino que los dioses
les había negado.


II.

Deseo el amor de los feos
palpándose bajo una farola.
Abrazándose como pulpos
que se cierran sobre
un pequeño crustáceo,
todos sus dedos de tentáculo,
torpes y deformes, acariciando
—a la sazón, dejándose acariciar—
imperfecciones ajenas.
Libres ¡al fin! de complejos,
libres ¡al fin! de no encontrar,
libres ¡al fin! de la esclavitud
de la dictadura de los guapos;
libres, en definitiva,
para inhalarse y ser inhalados
por sus bocas de cnidarios,
conmutativamente anhelantes
del placer de dar aliento
a otra oquedad inexplorada,
prognática y húmeda.


III.

Deseo el amor de los feos
amándose bajo una farola.
Devorándose con ojos imperfectos,
estrábicos y présbitas,
más allá de sus cristales
de culo de vaso: espejos bifocales
donde reconocer, al otro lado,
un gesto amable, por una vez
un reflejo de esmeril, un fulgor
que trascienda las inanes apariencias
y la crueldad de su embuste.
Repitiéndose frases leídas
en canciones de Silvio Rodríguez
o los Smiths, jugando a seducir
lo mismo que todos hemos aprendido,
inofensivos e imprecisos,
quasi modo géniti infantes,
ofreciendo un hombro giboso
sobre el que amargamente reír
manantiales de rabia acumulada.


IV.

Deseo el amor de los feos
brillando bajo una farola.
Antropófagos de risa cascabeleante
saltando por la ventana
del #2 del Hotel Chelsea:
«we are ugly
but we have the music»,
centelleantes en la plenitud
de su amor sin oropeles.
Nimbados de claridad,
ajenos a los focos
—siempre focos,
¿por qué focos?—,
que les señalan acusatorios.
Arrogantes y orgullosos
bajo esa rielante luz de vela
que intenta arrojar
algo de verdad
sobre una realidad
que no les importa.



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