Sí, de lo más cobarde, Lola, rechazo la guerra por entero y todo lo que entraña... yo no la deploro... ni me resigno... ni lloriqueo por ella. La rechazo de plano, con todos los hombres que encierra, no quiero tener nada que ver con ellos, con ella. Aunque sean noventa y cinco millones y yo sólo uno, ellos son los que se equivocan, Lola, y yo quien tiene razón, porque yo soy el único que sabe lo que quiere: yo no quiero morir nunca.
—“Viaje al fin de la noche”, Cèline—
Nos falta la rabia,
nos falta cagarnos en Dios.
Nos falta la cólera de los oprimidos,
la ausencia sin miedo de los
desesperanzados,
de los humillados, de los negros,
de Aimé Césaire y Dambudzo Marechera.
Nos falta tornar ácratas perfectos,
rebeldes ante la servidumbre,
deicidas cotidianos.
Nos falta violencia,
nos falta fuego,
nos falta odio,
huir de la lechigada de mansos.
Nos falta desprecio,
aburguesados sobre cheslones blandos,
como líquenes amodorrados
al cálido arrullo de cuna
del estado del bienestar.
Nos falta revolvernos,
nos falta gritar,
nos falta recordar,
honrar la memoria
de los mártires de Haymarket,
de los sepultados de Bangladesh
o de las juanasdearco
de Triangle Shirtwaist.
Nos falta apremiar,
nos falta reivindicar,
sentir la sangre y sus añadidos,
hacer valer nuestra dimensión humana:
no como productores o consumidores,
no como guarismos o estadísticas,
no, ¡humana!
Nos falta espíritu apátrida,
instinto
homicida, música punk,
defecar sobre banderas,
reconocernos margen izquierda,
contradecirnos con razón.
Nos falta desestructurarnos,
desenamorarnos del Gran Hermano,
impugnar la disciplina de voto,
el seguidismo, la talibanización,
no aceptar más pensamiento único
que nuestro propio pensamiento.
Nos falta dudar de la duda,
relampaguear de ira,
intransigir ante lo políticamente
correcto,
romper las métricas,
violar los encabalgamientos,
renegar de todo lo sagrado,
incluso de la poesía.
Nos falta derribar ídolos,
abatir doctrinas, contralegislar,
antidogmáticos, iconoclastas,
y desafiar a la parca como Cèline
o hacer de nuestra muerte una injusticia,
como proponía Unamuno.
Nos falta atrincherarnos,
nos falta adelgazar,
escupir hacia arriba,
proteger nuestro metro cuadrado,
vomitar verdades,
blindar nuestra piel.
Todo eso nos falta,
pero, ante todo,
nos falta la rabia.
¡Me cago en Dios!
.
Ohhh que agusto.
ResponderEliminar... y para hacerlo más difícil todavía, todo esto sin que nos falte el sentido común y el equilibrio emocional, porque de ahí a que el descerebramiento colectivo te despoje de la vida a patadas y te tire después al río de lacra quemada hay tan sólo un pasito en falso. ¿Qué, no?
ResponderEliminarExpurgo en toda regla, ¿Qué, no?
Amén (aunque no sea la mejor palabra visto el final del expurgo).
ResponderEliminarEcho en falta la bondad, que no ha de ser mala, digo.
Me ha gustado mucho el blog, siempre son cosas que se agradecen de leer. Enhorabuena artista
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