Dos pavos




Han vuelto
las criaturas de la noche,
los vivos murientes.
Pero no son los mismos,
aunque se les parezcan tanto:
son una nueva generación
de ojos abismados
en piel de chándal.
Con sus coletillas de siempre:
—hey, tío, dame dos pavos;
ha cambiado la moneda
pero no la cantinela.
La última vez no les dabas
porque tenías diez, doce años
y estabas más pelado que ellos,
que eran unos tirados.
Ahora tampoco les das,
porque has crecido, eres un adulto
orgulloso, y no te sale de los cojones;
pero pronto, algún día,
los mismos que ahora piden,
pondrán una navaja en tu garganta.
Entonces, estarás vendido
—lo sabes porque ha pasado,
porque lo has visto—
y se los darás, asustado,
con cierto deja vú:
esos dos pavos, nostálgicos,
igual de tristes que aquellos de peseta,
igual de grises que estos cachorros
corolario de otra crisis.








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