Cuando desperté
el mar ya estaba allí.
Vigilando,
acechando,
anunciando regatas,
prometiendo peces y aventuras,
ocultando sus zozobras.
Hay tantos mares
como ojos,
susurrando.
Y zambullirse
desnudo y sincero,
digno e imbécil.
Ah, qué placer.
La sal no enrojecía las pupilas.
No había pulpos en el estómago.
Las algas no se confundían
con mis cabellos
y toda el agua del océano
no calaba.
Hay tantos mares
como ojos,
solazando.
Y entonces,
¿por qué?,
la verdad.
Retirarse del agua un día
mirar tu reflejo en los charcos
y ver un náufrago
gris, delgado, patético:
viejo.
Cuando no son las hostias, son las decepciones;
cuando no es la indolencia, el arrepentimiento,
el miedo, la rabia, el fracaso.
Los gritos en la noche
bajo la capa de espuma.
Tú. Yo. Sepultados por las olas.
Tú. Yo. Una misma mirada inerte
a un mismo mar común.
Hay tantos mares
como ojos,
constatando al fin,
los ojos cerrados,
los mares yertos,
Poseidón vencedor.
Este poema obtuvo el 1º premio en su categoría en el IV Certamen de Poesía y Relato Mitológico "La Revelación" en el año 2010 y está contenido en el libro "El camino de los mitos IV".
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