100 razones para no meter la cabeza en el horno


(100 motivos para no saltar desde un viaducto)




1.                  Tú. Por empezar por lo básico. Por lo necesario.

2.                  Los abismos de Kiefer: sus girasoles, su negrura, sus órdenes de la noche.




3.                  Los canelones caseros.

4.                  La risa. Espontánea, absurda, gratuita.

5.                  El verso «amar es la eterna inocencia / y la única inocencia es no pensar», de Pessoa, hablándonos de que pensar es estar enfermo de los ojos.

6.                  El final de “Six Feet Under”.

7.                  Alan Moore, joder.

8.                  La sonrisa burlona de Paul Newman en “La leyenda del indomable”. Y sus huevos.

9.                  Las letras surrealistas de Sergio Algora para “El niño gusano”, su lisergia, sus melodías circenses.

10.              Los Pirineos.

11.              Las bibliotecas públicas.

12.              Los amigos del protagonista de “Las invasiones bárbaras”.

13.              La intro de “True Detective”.

14.              Las hermanas. Regalazo las mías (también las de Chéjov, pero primero las mías).

15.              Una playa en Grecia por la tarde.

16.              La saga completa de “Paul…” de Michel Rabagliati.

17.              El famoso párrafo de Carson McCullers en “La balada del café triste” que empieza: «En primer lugar, el amor es una experiencia común a dos personas…».

18.              Nacho Vegas, ¡hostias!

19.              Los gatos de la calle (aquellos que no están gordos ni aburguesados).

20.              Los ojos de Marion Cotillard.

21.              Convertir entradas de cine/teatro en marcadores de página.

22.              Las fotografías de Gervasio Sánchez.

23.              Ganar al Apalabrados en la última tirada.

24.              Las amistades lejanas, epistolares, y sin embargo imprescindibles, como las de “Mary&Max” en la genial película de Adam Elliot.

25.              Perderse en una ciudad, desorientarse, esto es, perderse de verdad (en Brighton, por ejemplo).

26.              La escena del tren de “El secreto de sus ojos”.

27.              Las librerías de viejo, su olor a polvo y a iglesia, el aspecto hojaldrado de sus ejemplares.

28.              Pixar.

29.              Los graffitis de Interesni Kazki.
http://interesnikazki.blogspot.com.es/

30.              Los Smiths, ¡coño!

31.              Aprendiendo a esquiar, la feliz sensación de —¡por fin!— no caerte.

32.              El Pont Flotant, y sus obras de teatro. Su vitalismo.
http://www.elpontflotant.es/inicio.php

33.              Las cartas de Simone de Beauvoir a Nelson Algren (especialmente, la carta 229).

34.              Saber quién eres, cuál es tu lugar, cuál tu gesto, reconocerse en el cuadro “Gente al sol” de Hopper.





35.              Faemino y Cansado.

36.              Tener que buscar una palabra en el diccionario (por ej: “feérico”).

37.              Los pajaricos de Anders Nielsen y sus grandes preguntas.




38.              Las chicas con gafas.

39.              “Veranito de amor” (de Historias Corrientes) en bucle:

40.              El Santo de los Asesinos.

41.              Las natillas.

42.              La inigualable clase de Scott Fitzgerald.

43.              Un abrazo espontáneo de tu hijo.

44.              Sean Connery en “Los Inmortales” luchando contra el Kurgan.

45.              El vídeo musical de “All I want is you”, de U2.

46.              El sexo en lugares públicos.

47.              El Spiderman de McFarlane.

48.              “El neón de siempre”, de Foster Wallace (probablemente lo mejor y más certero que se ha escrito sobre un ser humano contemporáneo).

49.              El arroz a la cubana, humeante, recién hecho.

50.               “Harold y Maude”.

51.              Joy Divison.

52.              Saber que en alguna parte, en algún lugar, existe Monica Belucci.
53.              La canción de Bianca, de “Leólo” («porque sueño, yo no lo estoy»).

54.              El sonido del mar embravecido, realmente enfadado, como un monstruo asmático.

55.              Colum McCann.

56.              Un gol de Aduriz.

57.              La pintura tinga-tinga.

58.              Chicas que leen y enseñan las tetas: “The Outdoor Co-ed Topless Pulp Fiction Appreciation Society”.
https://coedtoplesspulpfiction.wordpress.com/2015/09/25/call-911/

59.              Hirokazu Koreeda.

60.              El alcohol y su don para convertirte en un ser adorable.

61.              El horno alto que queda —sólo uno— en Sestao.




62.              La trilogía “Antes de…”, de Linklater.

63.              Ver llover detrás de un cristal, plic, plic, plic.

64.              Darío Grandinetti recitando a Girondo en “El lado oscuro del corazón”.

65.               “The racing rats”, de Editors

66.              Granada.

67.              Fumar.

68.              Escribir como acto terapéutico.

69.              Las cenas de empresa.

70.              Craig Thompson.

71.              El cine de La2.

72.              Saltar desde una roca a un río frío, limpio y profundo.

73.              “El púgil en reposo”, la escultura clásica (y el libro de Thom Jones, pues claro que también).



74.              Un garabato de Basquiat.

75.              Mear después de una ecografía (¡oh!, placer absoluto).

76.              Arturo Bandini, claro, ¡el gran Arturo Bandini!

77.              El Hotel Chelsea, en New York. Su mitología. Dylan Thomas. Sid Vicious. Y su habitación nº 2.





78.              Los diálogos de Fernando León de Aranoa.

79.              Acción poética en paredes de baños.

80.              Las huelgas generales.

81.              Saramago en Lanzarote preguntándose «¿Dónde está Dios?».

82.              Los mapas de las estrellas.

83.              Andrés Rábago, El Roto.

84.              Las napolitanas de chocolate un domingo por la mañana.

85.              Los diarios de Pizarnik. Ese precipicio.

86.              Besarse en lugares feos, postindustriales, decadentes, escenarios de futuros distópicos en el presente.

87.              Volver a comer en casa de tus padres.

88.              Las portadas de Dave McKean para The Sandman.

89.              Que todavía existan los Multicines de Bilbao (gracias, Dios).

90.              Las pinturas negras de Goya.

91.              El bizcocho de Vindel, en Priego (Cuenca), y el chorizo de matanza de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca). Sabores de infancia.

92.              Dostoievski, ¡carajo!

93.              Esos buenos amigos que, en palabras de Luis Alberto de Cuenca, me ofrecen «la extraña sensación de no sentirme solo».

94.              El discurso de Charlie Kaufman, en boca de este actor, en “Synecdoque, New York”.

95.              “Gattaca”, que a la gente se le suele olvidar que está a la misma altura que “Blade Runner”.

96.              Los poemas de Benedetti, para esos días tontos.

97.              Los regalos de no cumpleaños.

98.              La palabra “coprolito”, su sonoridad, su concepto per se: mierda fósil, heces indestructibles, excreciones inalterables, objeto de museo.

99.              La gente que llega tarde… y sonríe.

100.          La posibilidad de la droga.










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Everyone´s waiting (Sobre el final de “A dos metros bajo tierra” —Expurgo spoiler)







No hay más que una vida. No hay Dios, ni reglas, ni juicios más que los que tú aceptes o crees para ti misma, y cuando se acaba, se acaba, duermes por toda la eternidad.
Sé feliz mientras estés aquí.


– ¿Por qué tiene que morir la gente?
– Para que la vida sea importante. Nadie sabe cuánto le queda.
Por eso hay que hacer que cada día sea importante.


—A dos metros bajo tierra (Six Feet Under)—










El coche avanza…


Ruth, pálida y hojaldrada sobre una cama de hospital.
George llora, en oposición al fantasma sátiro de Nathaniel,
que sonríe como ese comediante que conoce el gran chiste;
Rodeada de sus seres queridos, Ruth gira la cabeza,
 y ve a Nate, su hijo mayor, que la mira con amor:
se reunirán.


El coche avanza…


Keith cae abatido a tiros, un final abrupto y violento;
años después, con la mirada tranquila de la plenitud,
David le observará de nuevo, jugando con sus hijos,
¡él!, su príncipe nubio, joven y radiante, perfecto,
como todos recordamos a nuestro gran amor:
se reunirán.


El coche avanza…


Rico es perdonado, lo sabíamos, pero constatar
que aquel perdón de Vanessa fue imperecedero,
sacramental, nos resulta conmovedor.
Y Brenda, con su hermano Billy, el loco triste,
Nataniel &Isabel hasta su último estertor,
¿quién es nadie para juzgar el amor de los dioses?


El coche avanza…


Y Claire, por último, reencontrándose con su contrario,
su opuesto—republicano cristiano ultraconservador—,
su némesis que no supo olvidarla.
Las fotografías jalonan una vida llena de amor, pero…
«No puedes tomar una foto de esto. Ya ha pasado.»
Se reunirán.


El coche avanza…


Nostalgia,
recuerdos innúmero,
fotografías en una pared,
todo es amor.
La gente que conocemos,
que hemos sido,
eso es la vida
(y la muerte también).


«Basta con que digas adiós.
Basta con que digas te quiero.»


El coche avanza,
no se detendrá.
Nadie sabe cómo.


Concursos sin recompensa,
huesos sin futuro:

Nos reuniremos.






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