Medidas para el amor








El amor se mide en tiempo,
desconfía de presuntuosos inmortales,
procrastinadores profesionales
posponiendo sine fine vuestro encuentro.
El amor se mide en espacio,
en mera acotación tridimensional,
a saber: profundidad, altura y tacto.
El amor se mide en proximidad,
huye de quienes reniegan de la piel;
no inviertas en quásares lejanos,
evita remotas escolleras virtuales.
El amor se mide en búsqueda.
El amor se mide en saliva.
El amor se mide en recuerdos
(a veces, también, en su ausencia).
El amor se mide en esta soledad
de tarde de febrero de lluvia de domingo
preguntándote “qué podría haber sido si”,
“cómo pudo torcerse todo”, “por qué nada”.
El amor no se mide en perdón.
El amor se mide en angustias y rencores,
en maldiciones, monomanías y quebrantos
(el amor, cagüendios, es una sicopatía).
El amor se mide esencialmente en urgencia,
y maldita sea, majadero quejumbroso,
todo apremio fue siempre tuyo.




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Bando







Grisalla quejumbrosa,
palanganeros del poder,
hombres y mujeres de cartón;
en fin, individuos varios.


Por la presente hago saber
que mis opiniones no están en venta.
No negocio con ellas,
no especulo ni hago descuentos;
tampoco regateo con la vehemencia 
con que me pueda apetecer 
expresarlas.


Mi asco es mío,
también mi libertad.


Por tanto no me pidáis 
que repita eslóganes,
que alabe falsos dioses,
que me autocensure 
o ensalce trajes nuevos
del emperador.


No lo haré,
he elegido bando.
Mi espíritu crítico 
no es materia de mercadeo.


Así, tibios del mundo,
fingidos hipersensibles,
fariseos de la urbanidad,
¡dejadme todos en paz!


Huid por favor de los conflictos, 
no sea que no tengáis razón.
Buscad arrullo en la mayoría,
en el calor blandito de las multitudes,
en el fascismo de la ultracorrección política,
en ese aburguesamiento mental
tan vuestro.


También, os pido, 
encontrad una pareja,
una que jamás cuestione vuestros dogmas,
apologetas domésticos de vosotros mismos,
¡feliz dupla del pensamiento único!,
¡educados y dichosos vegetales!


Y morid ambos bien muertos
del aburrimiento.



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