Elogio de la desobediencia







Obedecer para ser querido.
Obedecer para encajar.
Ápex y dogma de los mansos,
evangelio ideal de los cabestros.
La obediencia como don primero.


Obedecer para no perder el camino.
Obedecer para ignorar otro camino.
Obedecer para ser camino.
Baldosas alineándose para ser pisadas
mientras celebran su condición de baldosas.


Una, dos, diez mil pruebas de obediencia
tendrán preparadas los dioses antiguos para ti.
A cambio solo demandan adoración,
sometimiento, idolatría dócil,
que su disciplina sea la tuya,
que tornes un fanático de la obediencia,
que bebas de la leche primípara de la obediencia.


¿Ves aquellos, allá arriba?
Míralos, los más obedientes,
los llamados triunfadores,
mayordomos de filisteos,
aquellos que supieron hacer
de su garganta un pórtico,
la angostura de su moral
inversamente proporcional
a lo pródigo de su recto.


Obedecer acarrea honores.
Obedecer cuelga medallas.
Obedecer trae paz conyugal.


¿Deseas ser uno de ellos?
¿Otro súbdito mundano?
¿Otro vencido vencedor?


De acuerdo, empero jamás olvides
que por encima del poder del que hace obedecer
prevalece el poder del que desobedece.




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