Más allá del cansancio








Más allá del cansancio;
más allá de la espera
de quien nada espera,
una silueta agotada.
una ausencia inane de ser.


Más allá del cansancio;
un conjunto vacío,
un vientre yermo,
una sonrisa maquillada
en los espejos de Desespero.


Más allá del cansancio;
tan cansado que vomitarías
las papillas de tu desaliento,
tu oquedad imperecedera,
el pecado de la permanencia.


Más allá del cansancio;
¿estuviste tan cansado alguna vez?
Como Filípides, el factótum,
como el bolígrafo azul de Pizarnik;
extenuado, harto, consumido.


Más allá del cansancio;
de mi metalurgia de carne,
de mi carcasa y de mi encamisado,
de los rizomas que me ancoran
a los arrecifes de las sombras.


Más allá del cansancio;
prosélito de la entropía,
implorando clemencia a la Nada,
solo si ella me ofrece cierto descanso,
o acaso la indulgencia del olvido.









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Pijama





Lo tengo decidido, te voy a hacer un pijama.  

No es mal regalo un pijama, al fin y al cabo. A pesar de lo típico que a priori te pueda resultar (no será el primer pijama que te regalo), el pijama que voy a confeccionarte esta vez puedo asegurar que no te cansarás de llevarlo todas las noches de tu vida. Lo tengo todo imaginado, será el pijama definitivo.
 

Para empezar, a tu nuevo pijama voy a darle un cuerpo de lana; de lana de angora, tan cálida y protectora que en su interior desaparecerá todo cansancio o preocupación; de lana bien cardada, tan dúctil que podrás desenvolverte en ella con el feliz desparpajo de un niño desnudo, lana y piel formando así un solo conjunto.
 

También voy a rodear tu nuevo pijama con un grueso lazo alrededor de la cintura, un lazo de raso que sujete pero no ahogue, que impida sencillamente la división del pijama con su simple a la vez que suave lazada, sin apreturas, sin cinchas, un lazo de mera confianza, sujeto como por ensalmo su nudo por una fuerza misteriosa y desconocida.
 

¿Qué dices? ¿Que te gusta como suena? ¿Qué crees que ya sabes cómo va a ser tu nuevo pijama? No, cariño, aún no lo sabes. Aún no he hecho más que empezar.
 

Aún tienes que saber que a tu nuevo pijama también le voy a poner dos bolsillos, uno a cada lado; el primero profundo y ancho para que puedas guardar por las noches todas las palabras bonitas que me susurras al oído, palabras que suenan a nana, así como las cariñosas voces de arrullo que terminan irremisiblemente cada noche vencidas por el sueño; y el segundo, más pequeño y con cremallera, para que atesores y no se puedan escapar la ternura muda de las caricias, el silencio sordo de los mimos que me das, el intercambio tibio de tus pies encendidos contra mis gélidos pies y el resto de misterios invisibles del tacto. Dos bolsillos en tu nuevo pijama, mi amor, a la espera de ser llenados.
 

Ah, y aguarda un momento, que aún no te he hablado del montón de colores con que voy a teñir tu nuevo pijama, azules, rojos, verdes, amarillos, miles de colores y todos ellos diferentes, para que nunca te canses de tu pijama aburrido por la monotonía de su diseño, y con dibujos y bordados infantiles que recuerden las alegrías de lo más pequeño. Incluso quizá le ponga también algún que otro zurcido para recordarnos algún que otro descosido que hayamos tenido, todo pudiera ser. Veremos.
 

Por supuesto, todo lo que te he comentado, la lana, el lazo, los bolsillos y los dibujos, los he de coser con el mejor de los hilos, hilo duro como el diamante, hilo forjado en la fidelidad y la pasión, hilo que resistirá el embate de los años y hará imperecedero tu nuevo pijama, sin ambages, sin matices, sin débiles hilvanes que no saben soportar un estirón.
 

Y botones también le pondré a tu nuevo pijama, para que puedas cerrártelo mejor sobre ti, pero botones levemente apuntados, te aviso, con apenas un par de costuras, para que tampoco olvides la fragilidad de algunos detalles que pudieran parecer insignificantes y tengas que abrochártelos cada vez con ternura, con la yema de los dedos, si no quieres romperlos cuando quieras atártelos.
 

Así he imaginado tu nuevo pijama, ya te he dicho. Un pijama eterno, destinado a durar; un pijama que se hará viejo según nos hagamos nosotros viejos; un pijama de promesas. De tal manera, a partir de ahora, querré que cada noche vistas este pijama que he confeccionado para ti con las hechuras del mejor de los sastres, un pijama dibujado con palabras y telas intangibles, un pijama en forma de carta.
 

Un pijama hecho de yo, a tu lado, cada noche, disfrazada de pijama…





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Esta cursilada infame también ganó un certamen de cartas de amor —pero no a mi nombre— en alguna ciudad del sur, creo que Almuñecar.






Payasete









Payasete, me dices. Eres mi payasete.

Sí, lo soy. Tu payasete. Me pinto para ti de payasete...
 

...de payasete de sonrisa perenne, inmarcesible a las adversidades y al malhumor, para que mi sonrisa alimente tu sonrisa y juntos nos contagiemos y riamos una sola cosa, infantilmente, hasta que al de un rato no sepamos muy bien de qué o por qué reímos.
 

...de payasete de ojos miopes que birojean cuando pretenden mirarte tiernamente y esbozan en cambio una expresión estúpida como si se preguntaran: ¿cómo he tenido la suerte de que esta mujer con cara de niña me mire así?.
 

...de payasete de nariz chata y mocosa cuya única virtud es permitir ser aplastada para acercarme más a tu boca y así darte besos más profundos.
 

De payasete me visto, para ti...
 

...de payasete de manos torpes que no saben cambiar enchufes ni arreglar lavadoras y solo valen para inflar globos de colores con los que moldear flores de aire y plástico que regalarte, pero manos suaves de payasete al fin y al cabo que no se cansarán de acariciarte la tripa hasta conseguir que te duermas en las siestas que nos quedan.
 

...de payasete de pies deformemente grandes, pero tan cálidos que siempre podrán sepultar bajo sí los tuyos, gélidos, incluso durante las más largas noches de invierno y edredón.
 

...de payasete de desordenado vestir para que siempre estés pendiente de mí y me digas eso de «llevas el cuello por fuera», «pareces un pescador con esos pantalones» o «a dónde vas con esas pintas, mi payasete».
 

Payasete, me dices. Eres mi payasete.
 

Me ofrezco para ti de payasete...
 

...de payasete que pretende componerte la carta de amor que mereces y solo consigue garabatear florilegios circenses y deslavazados retales que me da la sensación de haber cosido mal, como si toda mi aplaudida labia de payasete no bastara para hacerte llegar con palabras lo mucho que te quiero.   
 

Payasete, me dices. Eres mi payasete.
 

Sí, lo soy. Tu payasete. Me encanta ser tu payasete...






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Esta carta cursi y edulcorada hasta el coma diabético consiguió el 2º Premio del "XI Certamen de Cartas de Amor de Barakaldo" convocado por la Casa de Cultura de Cruces en el año 2006.


Siempre juntos








Juntos, siempre juntos…
 

Porque miro al pasado y no sé recordar un tiempo en el que no sintiera hacia ti verdadera devoción, plena y completa, que se ha prolongado hasta nuestros días con inmarcesible fuerza.
 

Porque tu voz es la voz de ese tierno arrullo con que en mi niñez me dormía, en susurros de mar y olas, a veces con el tintineo de la más fina lluvia a veces con el rumor del más estruendoso chaparrón, siempre acunándome serena, cantándome al oído secretos de gigantes, lamias y sorginak.
 

Juntos, desde siempre juntos…
 

Porque en esas pecas tuyas de mi infancia, pecas que recuerdo eran grises de hollín, encontré los mapas donde perderme, pecas que supieron señalarme el Norte y el Sur, pecas que supusieron todas las estrellas que el cielo encapotado no me dejaba ver.
 

Porque crecí a la vez que tú y según fui conociéndote así creció exponencialmente mi adoración, jugando en los rincones de tu piel, columpiándome en tus rodillas, husmeando tras tu olor a lluvia perenne,  perdiéndome tras el verde de tus ojos.
 

Juntos, para siempre juntos…
 

Porque según me fue espabilando la vida pude perderme al fin en los recovecos de tus curvas, curvas tan cercanas que es como transitar por las avenidas de una ciudad soñada, curvas donde detenerse a diario a pensar en nosotros, a veces con la torpe impaciencia de un adolescente que no sabe esperar, a veces con la inquebrantable y resignada serenidad de la edad madura.
 

Porque en mi juventud no me canso de recorrerte, amándote con tranquilidad, besándote mordisco a mordisco, a sorbitos, como se beben los buenos vinos, como se disfruta la melancolía.
 

Juntos, por siempre juntos…
 

Porque soy rapsoda que nunca ha aprendido a decir las cosas claras y siempre termina perdiéndose en trasnochadas metáforas que no te merecen, sin jamás poder expresar con claridad lo mucho que amo tus playas y tus lluvias, tus pueblos y tus gentes, tus grises de fábrica y tus verdes de montaña, tus edificios negrestinos y tus carreteras abigarradas.Porque, en el fondo, te quiero tal y como eres, tal y como siempre te he conocido, con tus virtudes y tus defectos.
 

Maite zaitut, Bizkaia…


 
Sestao, Noviembre del 2006




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Esta carta —repitiendo el chupi-truco de "Esos matices"— consiguió el 2º Premio del "VIII Certamen de Cartas de Amor de Leioa" convocado por el Ayto. de Leioa en el año 2007.

http://www.kulturleioa.com/documentos/_Libro%20Concursos.pdf