Los ancianos





¿Qué va usted a inventar? Los ancianos rechazamos ungüentos mágicos y píldoras milagrosas. Guarde esa pastilla azul que a mi edad nadie necesita, los ancianos apenas demandamos alguien que nos arrope, una presencia con quien compartir calor. Este cansancio añoso precisa ternura, no sexualidad. Su juventud no lo entenderá, pero hay un tiempo en que todo fatiga, hasta conocer nueva gente supone un esfuerzo trabajoso. Observe nuestra piel hojaldrada, nuestros ojos entrecerrados, los movimientos lentos de quien sabe que la vida es un paréntesis, una tregua entre nadas, un rato de aliento sobre las ruinas. Cumplir años es diabólico. ¿Quiere usted despedir amigos? Sume años y verá. Sí, joven, los ancianos fuimos vosotros; o lo somos aún, ocultos tras este espejo deformante que provoca rechazo. Escúcheme usted y recele de un futuro colmado de miedos y promesas de muerte. Teme la longevidad, muchacho, porque cualquier mañana prolongado es una maldición.

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